Publicaciones editadas por Lamiñarra

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domingo, 10 de febrero de 2008

EL RASTRO DE LA TXANTREA

EL RASTRO DE LA TXANTREA 
El poder de la cultura de la Cultura Popular 
Autor: Alberto Goñi
188págs


La historia y los pormenores del popular Rastro de la Txantrea; popular tanto porque se creó desde el compromiso y el movimiento social, como por aceptación y asistencia. Creado en 1977, este libro recoge artículos de varios autores que repasan su trayectoria histórica, así como describen sus pricipales hitos y conflictos. 


Alberto Goñi (foto Alain Unzu)

 Fue un propuesta vecinal de carácter solidario, en la que también se desarrollaron actividades culturales y reivindicativas. Todo un ejemplo de organización al margen del sistema.

Ficha técnica:
Título: El Rastro de la Txantrea.
Autor: Alberto Goñi
Precio: 15 euros.
 


Prensa escrita

«El Rastro En la memoria de los chantreanos»

 Artículo publicado el 2 de mayo de 2010 en Diario de Noticias
Autor: S. Macías
 
El Rastro de la Chantrea, nacido en 1977, fue durante muchos años centro vital tanto de los vecinos del barrio, como de miles de pamploneses que cada domingo acudían a él para comprar, socializarse y disfrutar con la cultura popular.

UN lugar de convivencia social y cultural. Así definen el antiguo Rastro de la Chantrea la mayoría de los que durante más de diez años fueron parte de él de una u otra forma. Y así queda plasmado en el libro que acaba de publicar el vecino del barrio, Alberto Goñi Díez, miembro, además, de la que entonces fue la comisión organizadora de aquella actividad.

El Rastro nació en 1977 como una iniciativa vecinal. El objetivo, según cuenta en la obra Vicente Rey, cofundador del mismo, era crear un mercado popular al margen de los grandes comerciantes y potenciar la vida del barrio. "Todo comenzó cuando un grupo de vecinos nos dimos cuenta de que las mañanas domingueras eran muy aburridas porque no había ambiente en la zona, y ahí fue cuando se nos ocurrió hacer un rastrillo para que los vecinos pudieran vender cosas antiguas que tenían en casa: libros, muebles, herramientas...", señala Rey. "Al principio hablamos con libreros y gente que vendía baratijas para que pusieran sus puestos en la plaza, e inauguramos el Rastro con un lunch al que acudieron la mayoría de los vecinos", recuerda.

Con el tiempo nuevos vendedores se fueron añadiendo a la larga lista del mercado. "La plaza la dedicamos al rastrillo y después, con la llegada de los vendedores de frutas y verduras, estos se fueron instalando en la calle", explica el chantreano.

Poco a poco los vecinos se fueron organizando para dirigir mejor la iniciativa. Así fue como finalmente surgió Auzotegi, la asociación vecinal que contaría con una comisión expresamente dedicada a la gestión del Rastro. "Lo primero que se hizo fue reunir a los 15 o 20 vendedores que acudían y acordamos que por antigüedad eligieran el sitio, aunque si faltaban tres domingos seguidos perdían el puesto. Ellos mismos fueron los que propusieron pagar una cantidad por cada puesto, y así ese dinero recaudado era destinado a labores de limpieza y a la preparación de diversos festivales", cuenta Rey.

De esta forma se inició también la promoción cultural en el interior del Rastro. "Llegaron a actuar grupos como Barricada, Oskorri, La Bullonera, Pantxoa eta Peio, Enrike Zelaia, Rosa León, Iñaki Perurena y los Auroros de Olite, entre otros muchos", explica.

SOCIALIZACIÓN

El mercado de la cultura

El componente cultural del Rastro fue lo que hizo más exitoso a este mercado, ya que eso era precisamente lo que lo hacía especial. Era un lugar donde no sólo se compraba y vendía, sino que también se promocionaba la cultura popular y se facilitaba el acceso a ambas cosas a todo aquel que quisiera acercarse. Así lo recuerda también Alfedro Piedrafita, miembro de Barricada, quien cuenta en el libro que "al principio el Rastro funcionaba con cuatro cosas, pero muy entrañables. Se trataba de historias artesanales, cuadros hechos a mano, gente que vendía sus dibujos". "Mi novia y yo también llegamos a vender sandalias y otras cosas fabricadas en cuero. Otro de los que también estuvo en aquellos orígenes fue Manolo Gil, conocido realizador musical que a nosotros nos ha hecho varios videoclips. Él había estudiado Bellas Artes y solía hacer dibujos fantásticos que vendía cada domingo en la plaza", recuerda.

También cuenta que con el tiempo el Rastro se empezó a masificar con la aparición de los puestos de frutas y verduras y de los charlatanes -llegaron a visitarlo en su mejor momento hasta 40.000 personas-. "Era una actividad que le daba un vida tremenda al barrio los domingos por la mañana. Además, para nosotros era una gozada ver cómo se montaba el escenario y siempre andábamos pendientes de quién actuaba ese día. Lo mismo podía tocar un grupo de rock o de folk que unos joteros", cuenta Piedrafita, quien recuerda con especial cariño su actuación "en esa misma plaza en marzo de 1983, con un grupo con el que tocaba por aquel entonces y que se llamaba Pabellón Negro".

Lo mejor de todo, según el guitarrista de Barricada, era "poder tocar en un escenario en condiciones, y saber que ibas a tener público deseando oír lo que hacías. A la gente joven le daba igual que fuera un grupo más heavy o más punky, todos se acercaban a disfrutar de las actuaciones de las mañanas del Rastro y la plaza siempre estaba llena". Piedrafita cuenta, además, que recuerda "haber visto tocar al Drogas y al Boni en su primer concierto en el Rastro el año anterior. No se me olvidará nunca la imagen de la calavera, el Ave María y el circo que montaron sobre el escenario. Hoy sería impensable que un grupo que empieza llenara una plaza".

Las actividades culturales y el Rastro en general fueron, sin duda, algunas de las iniciativas vecinales que más gente llegó a congregar en un sólo lugar. "Más incluso que lo que actualmente es capaz de juntar un partido de Osasuna", cuenta el autor del libro. Y es que este mercado marcó un antes y un después en la vida de muchos vecinos, tanto de aquellos que participaron vendiendo mercancía como de quienes simplemente se dedicaron a pasar la mañana escudriñando entre los puestos y haciendo vida social.

CIERRE

Problemas con autoridades

El mercadillo se convirtió durante muchos años en paseo obligado para los pamploneses, hasta que las autoridades decidieron introducirse en él imponiendo sus criterios y buscando el cierre del Rastro.

En 1981, el Ayuntamiento de Pamplona, bajo el mando del socialista Julián Balduz, impuso a los vendedores una cuota de 180 pesetas como impuesto municipal, que argumentó con la necesidad de realizar un control sanitario en el mercado. Los vendedores aceptaron pagar la cuota, pero esta se fue haciendo mayor con el paso de los años. Ya en 1984, con la negativa de los comerciantes a pagar el impuesto, se produjeron algunas actuaciones graves por parte de varios policías municipales que llevaron a levantar algunos de los puestos.

En septiembre y octubre de 1988, el Consistorio, con el alcalde de UPN, Javier Chorraut, a la cabeza, lanzaron una ofensiva sin precedentes. Colocaron tres controles policiales a las entradas del Rastro y los vecinos optaron por organizar diversas manifestaciones. Durante el mes de octubre hubo, además, diversas cargas policiales. No obstante, el Rastro retomó su curso hasta que en 1989, el alcalde impuso a 25 vendedores una multa de 25.000 pesetas.

Con la llegada al poder de Alfredo Jaime (UPN) en 1991 las multas empeoraron y se aprovechó la circunstancia para anunciar el traslado del Rastro al Plan Sur, a lo que los vecinos se opusieron. Los problemas se siguieron sucediendo hasta que los vendedores optaron finalmente por trasladarse. Con el tiempo el mercadillo sería llevado a Landaben, donde se encuentra actualmente instalado.



Radio

Si quieres oír la entrevista que Marisa Lacabe le hizo a Alberto Goñi en Onda Cero puedes pinchar este enlace:

Alberto Goñi. El Rastro de la Txantrea (Onda Cero)

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